La crisis logística tiene epicentro en Shanghai, ciudad que está atravesando un confinamiento estricto de su población desde marzo para evitar la propagación del COVID-19. China no cerró las terminales del puerto de Shanghai pero sus trabajadores no pueden movilizarse y eso afecta no sólo a la producción sino que también al transporte. Como consecuencia, las navieras comenzaron a rechazar reservas de cargas originadas en Shanghai e incluso a reprogramar sus rutas comerciales. La mínima oferta logística que se mantenga en funcionamiento atenderá primero a la demanda de mayor volumen y que más paga por los fletes, el resto, sufrirá la falta de bodega. Al detenerse la industria y transporte en China toda la economía mundial ingresa en desabastecimiento. En Argentina, debido a las severas restricciones a las importaciones y de acceso al mercado cambiario, en principio el impacto debería estar solapado, decimos en principio puesto que más del 80% de las importaciones en nuestro país se destinan a procesos productivos así entonces las empresas que logren saltar las vallas de licencias, CEF y BCRA, podrían llegar a tener inconvenientes logísticos, lo que puede provocar el vencimiento de los permisos obtenidos.
La OMC advirtió que los problemas logísticos que provoca la política china respecto al COVID puede derivar en un regreso al desabastecimiento de manufacturas y un aumento de la inflación.